Esta palabra esta presente ante nosotros siempre que oímos hablar o leemos una receta de macarons. Arrastra una fama de ser muy complicada y laboriosa. Nada más allá de la verdad, con dedicación y paciencia, es un método al alcance de todos.
El macaronage es la técnica de incorporar mediante movimientos suaves y envolventes la mezcla de almendra molida y azúcar glas con las claras.
El movimiento ideal a la hora de realizarlo es desde el lateral del bol pasando por el fondo y hacia el centro (esto crearía un movimiento envolvente). Es importante que deslicéis la lengua/espátula por el fondo del bol, puesto que es fácil que quede parte de la mezcla de almendra sin integrar.
Si sobre mezclamos la mezcla de la masa nos quedará una mezcla demasiado líquida. Como resultado tendremos una masa que al escudillar se cae prácticamente sola de la manga, unos macarons planos y sin pie.
Una buena manera de observar el punto exacto de nuestra masa para escudillarla, es imitar el efecto “manga pastelera” sobre ella. La masa ha de caer e integrarse prácticamente entera. Esto os lo enseñaré más adelante.
Para elaborar un macaron debemos controlar la preparación de un merengue italiano.
Observar que el merengue no queda firme y rígido, sino que tiene un acabado más suave. Podría decirse que el éxito de nuestros macarons reside en un 75% en aprender a realizar este movimiento.
No cabe duda que el tiempo de secado, temperatura, horneado… Es el porcentaje restante clave para lograr unos macarons perfectos.
No debemos agobiarnos, sobre todo al principio. Es una técnica que se adquiere con el tiempo y la dedicación, debemos ser muy delicados en este proceso y mimar mucho nuestra masa. Ya sabemos que todo lo que se hace con cariño, sale bien 😉
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