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Cuento de Navidad: Sticky Toffee Pudding

Sticky toffee pudding

NAVIDAD DEL PASADO

Finaliza otro año, con la consiguiente recapitulación de todo lo que hemos hecho en el.
Todas nuestras experiencias, momentos vividos con alegría, tristeza, lágrimas de emoción y otras de dolor, aprendizaje, sueños cumplidos y otros por realizar.
Durante todo el año habremos conocido personas nuevas, algunas de ellas se habrán hecho hueco para quedarse por mucho tiempo, otras sin embargo, consumarán su acto de presencia mostrándonos una vez más aquello que queremos en nuestras vidas y que no.

La Navidad siempre me hace revivir mi infancia, feliz, muy querida por mi familia y compartiendo un entorno lleno de paz y amor. Conjunto que me ha llevado a amar esta época del año, para mi son días familiares, en los que pasar tiempo con las personas que más quiero y disfrutar de ellos.

Muchas personas pueden ver estos días como una oda a la hipocresía, hacemos todo aquello que no realizamos el resto del año, reímos y hablamos con aquellas personas que ni si quiera cruzamos la mirada en nuestro día a día y nos comportamos como si en esos días todo lo pudiésemos perdonar.
Creo que este pensamiento emborrona la realidad, deberíamos desprendernos de ese odio y negatividad. Simplemente, deja a un lado aquello que no quieres sin criticarlo y odiarlo hasta que termine en la hoguera.

Toda nuestra evolución esta yendo por un camino equivocado, dejamos a un lado lo realmente importante y nos centramos en el “ya” y la comodidad sin pensar lo que sacrificamos a cambio. No sabemos sacar provecho de todo el tiempo que llevamos vivos, la mentalidad en lugar de avanzar la nublamos con valores económicos sin importar lo que ofrecemos. Somos nuestra propia perdición, creamos la trampa y caemos en ella.

Muchas veces pienso en años atrás, quizás no demasiados, digamos que podemos partir del año 1800. Nos trasladamos a aquella época…

La falta de tecnología no dificultaba el avance de la humanidad. Tenían un factor muy importante a su favor, imaginación y dedicación. Pocos ingredientes y mucho amor hacia los tuyos eran más que suficiente para sacar todo adelante.

Si tomamos como referencia la Navidad en aquellos hogares, veremos que la felicidad no reside en la abundancia. En sus cocinas podemos ver que con cariño y dedicación, se elaboraban platos fantásticos con poca inversión. La verdadera repostería nace de unas manos trabajadoras, una mente con capacidad creativa y un corazón lleno de amor.

¿Por qué perdemos estos valores que hemos tardado años en adquirir?

Abrimos una pequeña ventana hacia el pasado, observamos todo aquello que hoy en día deseamos pero hemos dejado por la comodidad o falta de tiempo…

¿Falta de tiempo? Será que en aquellos años los días tenían el doble de horas… Nada más allá de la realidad, sabían hasta donde tenían que llegar, porque también es importante compartir tiempo con los tuyos.

– En ese momento cierro los ojos y me transporto años atrás, el aire que respiro es distinto. El ambiente de las calles es tranquilo, la gente camina no corre, veo como charlan con tranquilidad y disfrutan de lo que hacen, no hay prisa.

Voy atravesando calles de aspecto humilde, casi a las afueras del pueblo me cruzo con algún que otro coche de caballos. De lejos se oye el silbido de una locomotora de vapor… Llego a una de las casas y puedo ver a través de la ventana a una familia, no parece ser adinerada, son de clase trabajadora, aunque sus rostros no transmiten infelicidad ninguna.

Están preparando la cena de Navidad, gran variedad de alimentos como Pavo, purés, verduras y un pudding. Todo ello elaborado en casa, en familia, días para compartir y disfrutar. Se podía respirar un entorno rebosante de tranquilidad e ilusión.

Me fijo en el postre, algo realmente sencillo pero que huele tan bien… Nació alrededor de los s. XI-XII , en manos de gente plebeya debido a su falta de ingredientes para comer. Aprovechaban el pan duro para elaborar sus dulces.
Esta receta era algo posterior, su ingrediente base no era el pan sino la harina, huevos, mantequilla y azúcar. Se podían añadir diferentes frutos secos e incluso aderezar con alguna salsa como el caramelo.

Sencillamente deliciosa.

Valores que costaron años adquirir y condenados al olvido…

INGREDIENTES PARA UN MOLDE DE 19×11 CM:

PARA EL PUDDING:

PARA LA SALSA DE CARAMELO:

ELABORACIÓN:

En un cazo incorporamos los dátiles junto con el agua y el bicarbonato, colocamos a calor medio y una vez rompa a hervir dejamos durante 2 minutos. Retiramos del calor y dejamos enfriar.

Engrasamos el molde y forramos con papel de horno, reservamos.

En el bol de la Kitchen Aid, o bien en un bol amplio si vamos a realizarlo a mano, incorporamos la mantequilla junto con el azúcar, batimos con la pala a velocidad 1 hasta obtener una mezcla homogénea.

Añadimos los huevo de 1 en 1, no añadiremos el siguiente hasta que el primero esté totalmente incorporado. Incorporamos la vainilla y volvemos a mezclar.

En un bol tamizamos la harina junto con la levadura, añadimos a la mezcla que tenemos en el bol. Lo haremos en 3 tandas y mezclando bien tras cada adición.

No mezclaremos en exceso, solo hasta que los ingredientes se hayan integrado.

Con ayuda de una batidora de mano realizamos un puré con los dátiles. Incorporamos a la mezcla y mezclamos por última vez hasta integrar todos los ingredientes.

Vertimos la mezcla en el molde y alisamos la superficie con ayuda de una lengua o espátula, introducimos en el horno durante 40-45 minutos aproximadamente o hasta que insertando un palillo en el centro este no salga húmedo.

Si el molde tiene un tamaño diferente, los tiempos de horno pueden variar.

Sacamos y dejamos templar antes de desmoldar.

Preparamos el caramelo especiado.

En un cazo mediano incorporamos el azúcar a calor medio, con ayuda de una cuchara vamos removiendo hasta fundir y obtener un color ligeramente dorado. En ese momento retiramos un momento del calor y añadimos la mantequilla, la nata líquida y las especias.

Colocamos de nuevo a calor medio y removemos constantemente hasta obtener la consistencia deseada, nos llevará alrededor de 10-15 minutos.

Pasamos a un frasco de cristal previamente esterilizado y dejamos enfriar a temperatura ambiente.

Desmoldamos el pudding, vertimos el caramelo sobre el y acompañamos de un buen té o vaso de leche caliente…

¡Buen provecho!

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