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Cómo preparar un surtido de pastas de té

Hacía mucho tiempo que me rondaba la idea de compartir con vosotros Cómo preparar un surtido de pastas de té caseras. Ya sabéis que a mí todo lo vintage, old-fashioned y rollo victoriano me vuelve loca. Es más, todas las series y películas que son de época, directamente ganan puntos conmigo solo por su temática. Soy una romántica empedernida, que le vamos a hacer…

He decidido esperar a este momento del año para compartir el post por varias razones; con la llegada del frío siempre apetece más hornear, estas cosas son para disfrutar con una manta y un buen té/café/chocolate caliente, tenemos las Navidades a la vuelta de la esquina y siempre podemos hacer regalos o tener detalles bonitos con amigos y familiares. Os prometo que una cajita bien presentada con estas pastas queda preciosa. Nada mejor para demostrar vuestro cariño que algo hecho con vuestras propias manos.

La historia del té.

Antes de contaros el origen de las pastas de té y su costumbre por consumirlas, me gustaría contaros los orígenes de la historia del té. Puesto que, en esencia, es la bebida con la que suele o solía acompañarse estas pastas. Aunque en España sea poco habitual el consumo de té y esté más extendido el café o chocolate caliente.

El consumo de té es una tradición ancestral en China, convirtiéndose en la bebida tradicional en el Lejano Oriente. A pesar de no alcanzar gran popularidad en otros países, Europa mostró un gran entusiasmo por el té, algo que les llevó incluso a la creación de lujosos accesorios e incluso a la apertura de salones de té.

Tradición con herencia.

Existen escritos chinos que datan de varios siglos antes de la Era Común donde mencionan una bebida hecha de plantas amargas, presumiblemente té, que estaba reservada exclusivamente para la Corte Imperial. En el segundo siglo de la Era Común, los monjes budistas descubrieron las propiedades estimulantes del té y contribuyeron a su cultivo y desarrollo.

Siglos más tarde, el té se convirtió en una bebida popular y pasó a estar al alcance de todo el mundo.

El arte de preparar y beber té evolucionó hasta convertirse en un verdadero ritual llegando incluso a crearse casas de té. Desempeñaban un papel social clave. La reputación de esta prestigiosa bebida se difundió gradualmente traspasando las fronteras de China.

El té ya se exportaba al Tíbet en el siglo VII y después a Corea. En esta época, Japón también lo descubrió, pero no fue hasta el siglo XII cuando se extendió y normalizó la costumbre de beber té logrando tener una gran aceptación. Los europeos ya habían oído hablar del té a través de los misioneros que volvían del Lejano Oriente. Sin embargo, fueron los holandeses los primeros en traerlo a principios del siglo XVII. Décadas más tarde, se expandió por el resto de Europa.

La aceptación del té en Europa.

El té poseía un encanto único y exótico, además de atribuírsele propiedades medicinales. Sin embargo, su aprobación varió de un país a otro. En los países latinos, por ejemplo, no fue muy popular su recepción.

Esta bebida que procedía del Lejano Oriente, complementaba los objetos ornamentales de origen o inspiración china que estaban muy de moda en el siglo XVIII. Se vinculaba, especialmente, a la aristocracia y a las clases privilegiadas convirtiéndose en un estilo de vida de la sociedad. Con el tiempo, pasó a ser una bebida distinguida y refinada para las damas de la clase media alta. El resto de la población consideraba el té como un producto “elegante” o con fines medicinales, por lo que no era muy común que lo consumieran.

Por el contrario, los holandeses y los alemanes lo adoptaron inmediatamente. Los británicos desarrollaron una pasión por el té y pronto se convirtieron en una nación bebedora de él. Rusia también sucumbió a sus encantos, crearon el samovar (recipiente metálico en forma de cafetera alta que posee una chimenea interior con infiernillo, sirve para hacer té) convirtiéndose en el centro de los hogares rusos.

El arte de servir y beber té evolucionó gradualmente por toda Europa. Al principio se consideraba particularmente exótico beberlo en tazas de porcelana china que se traían en los mismos barcos que el té. Con el tiempo y a medida que se normalizaba el consumo de té Europa, comenzaron a crearse accesorios cada vez más lujosos. Se dice que Luis XIV hizo preparar su té en una tetera de oro.

En la segunda mitad del siglo XIX surgió una nueva costumbre. La tradición del té de la tarde, originaria de Gran Bretaña, se extendió por toda Europa y comenzaron a abrirse salones de té en todas las grandes ciudades. Eran lugares que las mujeres podían frecuentar con total libertad, a diferencia de los cafés, que se consideraban inadecuados para ellas.

Té negro.

Durante mucho tiempo, los europeos sólo consumían té negro. Inicialmente importado de China, después desde la India y Ceilán. También se consumían tés perfumados y aromatizados, el más popular era el Earl Grey aromatizado con bergamota y jazmín. En contra de la tradición oriental, y a riesgo de alterar los sutiles sabores de esta planta, se añadía azúcar y un chorrito de leche.

Leyenda del té…

Se dice que el té fue descubierto en China en el año 2373 a.C. por el emperador Shennong, padre de la agricultura y la medicina, su nombre significa El Divino Granjero. Recorrió el país buscando nuevas plantas medicinales probándolas consigo mismo, incluso siendo algunas de ellas venenosas, algo que fue crucial para el desarrollo de la medicina china y la agricultura.

Un día, se encontraba mal y decidió descansar bajo un árbol. Decidió hervir un poco de agua para poder consumirla, tal y como se acostumbraba a hacer. Cayeron algunas hojas del árbol bajo el que se encontraba descansando dentro de su vaso, él decidió beber ese agua de todas formas. Descubrió que esta planta aportó un sabor ligeramente amargo, pero muy rico de sabor.

Esta bebida le hizo sentir bien y, de ahí, nació el té como una bebida con propiedades curativas.La planta del té puede ser usada como antídoto contra el envenenamiento de unas setenta especies distintas de plantas.

Origen de la hora del té y el surtido que lo acompaña, como las pastas de té.

Hay pocas horas en la vida más agradables que la hora dedicada a la ceremonia conocida como el té de la tarde.
Henry James

El té de la tarde, la quintaesencia de las costumbres inglesas es, sorprendentemente, una tradición relativamente nueva. Tal y como os comentaba más arriba, la costumbre de beber té se remonta al tercer milenio a.C. en China y fue popularizado en Inglaterra durante la década de 1660 por el rey Carlos II y su esposa, la infanta portuguesa Catalina de Braganza. Pero no fue hasta mediados del siglo XIX cuando apareció el concepto de “té de la tarde – Afternoon Tea“.

Fue introducido en Inglaterra por Anna, la séptima Duquesa de Bedford, en el año 1840. La duquesa solía tener hambre alrededor de las cuatro de la tarde. Puesto que la cena en su casa se servía a las ocho en punto. Habiendo transcurrido un largo período de tiempo entre el almuerzo y la cena, la duquesa pidió que le sirvieran una bandeja de té con pan y mantequilla, además de pastel, para consumir a media tarde (algunos años atrás, el Conde de Sandwich ya tuvo la idea de disponer un relleno entre dos rebanadas de pan).

Este hábito, pasó a ser una costumbre y comenzó a invitar a sus amigos para unirse con ella a compartirlo.

Esta pausa para el té se convirtió en un evento social de moda. Durante la década de 1880 las mujeres de la clase alta y de la sociedad se ponían vestidos largos, guantes y sombreros para el té de la tarde, que se servía normalmente en el salón entre las cuatro y las cinco.

¿En qué consiste el famoso té de la tarde?

Este momento especial, romántico y distendido no puede componerse de elementos sencillos y sin alma. Se trata de una ocasión mágica, una pausa en mitad de la tarde para disfrutar, respirar y desconectar mientras esperamos la llegada de la noche. En ella es costumbre servir una selección de delicados sándwiches (incluyendo, entre ellos, los famosos sándwiches de pepino), scones con clotted cream y mermelada. Aunque también suelen servirse pasteles y pastas.

Este momento cautivador, enfundado de majestuosidad y con una elegancia exaltada, alcanzaba su máximo esplendor cuando se vertía, por medio de teteras de plata, té recién hecho sobre delicadas tazas de porcelana china. Ese momento.

Hoy en día, esa magia, esa paz e interés por disfrutar de las pequeñas cosas, se ha perdido. Sí que es cierto que la tradición sigue viva, pero carente de emociones. En los mejores casos, el té que no sea de bolsa, puede acompañarse de alguna galleta de mantequilla o una porción de pastel.

Vivimos demasiado deprisa, algo que no nos permite disfrutar del viaje. Es bueno parar de vez en cuando para mirar alrededor y disfrutar de las vistas. Nunca serán iguales.

Receta Surtido de pastas de té

PARA LAS GALLETAS DE MANTEQUILLA (100 unidades): PARA LAS PASTAS DE ALMENDRA (14 unidades): PARA DECORAR:

Elaboración

Preparamos las galletas de mantequilla.
  1. En el bol de la KitchenAid añadimos la mantequilla junto con el azúcar glas. Batimos con la varilla, comenzando por velocidad baja y aumentando de manera gradual hasta llegar a velocidad media. Batiremos hasta lograr una mezcla blanquecina y aireada.
  2. Añadimos los huevos junto con la yema y la vainilla, mezclamos hasta amalgamar. Añadimos la sal.
  3. Comenzamos a incorporar la harina y la maizena. Lo haremos añadiendo pequeñas tandas y alternándolas entre sí. Recordad no sobre mezclar, mezclaremos solo hasta que se hayan integrado ambos ingredientes en la masa.
Preparamos la pistola de galletas y escudillamos.
  1. Introducimos masa de galletas dentro de la pistola para galletas (la mía es de Wilton), elegimos el disco con el que queremos crear las galletas y cerramos.
  2. Escudillamos las galletas sobre una bandeja perforada con silpat o bien directamente sobre una bandeja. No debemos hacerlos sobre papel de horno, será una labor complicada por no decir imposible.
  3. Conforme escudillemos galletas, iremos cambiando el disco para crear un surtido amplio de galletas.
  4. Reservé una parte de masa para introducirla en una manga pastelera con boquilla rizada. De ese modo creé las galletas alargadas rizadas, que posteriormente baño con chocolate y espolvoreo con fideos de chocolate, y las redondas que decoré en la parte central con mermelada (una vez que escudillemos la galleta redonda, presionamos suavemente en el centro con la yema del dedo ligeramente humedecida en agua y rellenamos con mermelada a nuestro gusto).
  5. Las galletas que tengan forma de flor, podemos decorarlas con media cereza confitada. En mi caso utilicé verdes y rojas.
  6. Refrigeramos durante 20 minutos. Es posible que no podamos refrigerar todas las bandejas, pero conforme vayamos horneando, podemos ir guardando las nuevas para que cumplan el tiempo de reposo en frío.
Horneamos.
  1. Precalentamos el horno a 170ºC con calor arriba y abajo.
  2. Introducimos la bandeja a media altura y cocemos durante 10 minutos.
  3. Sacamos, dejamos reposar un par de minutos en la bandeja y pasamos a una rejilla.
  4. Dejamos que enfríen por completo.
  5. Repetimos el mismo proceso con el resto de galletas.
Decoramos con chocolate.
  1. Fundimos el chocolate al baño maría.
  2. Decoramos las galletas a nuestro gusto. Podemos incluso alternar ambos tipos de chocolate para decorarlas.
  3. Dejamos que el chocolate endurezca por completo.
Preparamos las pastas de almendra.
  1. En un bol mezclamos la almendra molida junto con el azúcar glas.
  2. Añadimos el extracto de almendras junto con la miel y las claras de huevo. Mezclamos ligeramente con ayuda de una espátula.
  3. Con ayuda de un rallador, rallamos la piel de un limón y mezclamos de nuevo hasta lograr una mezcla homogénea.
  4. Introducimos en una manga pastelera con boquilla rizada.
Escudillamos las pastas de almendra.
  1. Escudillamos las pastas sobre una bandeja perforada con silpat. Lo ideal es que las pastas tengan dos vueltas de escudillado, de ese modo garantizamos que nos queden crujientes en el exterior y jugosas en el interior.
  2. Podemos crear distintas formas para decorarlas con ingredientes diferentes. En mi caso unas con limón confitado y almendra laminada y otras con almendra picada.
  3. Refrigeramos durante 1-2 horas (mejor 2 si es posible), de este modo favorecemos que mantengan su forma tras la cocción.
Horneamos.
  1. Precalentamos el horno a 200ºC con calor arriba y abajo.
  2. Introducimos a media altura y cocemos durante 10-12 minutos.
  3. Sacamos y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Presentamos las pastas de té.
  1. Podemos servirlas del modo que más nos guste y ajustándolo a aquello que tengamos disponible en casa.
  2. Una buena opción es utilizar blondas/cápsulas de magdalenas. De ese modo podemos presentarlas de forma sencilla, limpia y elegante. Además de poder guardarlas sin estropearlas dentro de una caja de lata o incluso presentarlas en una bandeja.

Notas

Estamos en un punto de nuestras vidas en el que debemos aprender a disfrutar de cada momento, sea cual sea la razón o motivo que nos hace felices. Por mi parte puedo deciros que, esa felicidad, me llega a través de la cocina, a través de la escritura y a través de la fotografía. Crear sería la palabra correcta. No dejéis de crear situaciones, momentos, experiencias, pero lo más importante es no olvidaros de vivirlas y sentirlas. Tampoco es necesario elaborar cosas muy complejas para vivir esos instantes. Un sencillo surtido de pastas de té es un ejemplo de cómo algo tan simple, puede hacernos disfrutar tanto. Desde el momento en el que empezamos a elaborarlas, hasta el momento en el que nos sentamos a degustarlas. ¡Os deseo un maravilloso fin de semana! Un abrazo, Eva Fuentes: Alimentarium, Historic-UK Este post contiene enlaces afiliados.
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