Los días pasan empujando los meses uno tras otro. Un año mas la víspera del día de los muertos, la noche de las brujas. Llevamos varios meses sorteando desdichas, enfermedades, malas cosechas, plagas, muertes y desapariciones.
31 de Octubre de 1694
Salem, Massachusetts
Mi nombre es Lorraine Bayley, tengo 17 años y vivo en la pequeña aldea de Salem.
Todo comenzó en febrero de 1692, me encontraba ayudando a mi madre a hacer la colada cuando enormes nubarrones cubrieron de un oscuro manto la aldea. Frotaba las sábanas contra la vieja tabla de lavar, mis manos entraban y salían del agua, el caudal del río se volvía cada vez más y más turbio y frío, hasta el punto de helar mis dedos.
Aquel fue el comienzo de una mala racha de cosechas. Parecían perderse sin explicación. Tuvimos brotes de enfermedades, que pudimos contener con gran esfuerzo. No solo la sombra se había instalado en Salem, también lo hizo la inestabilidad. La gente comenzó a desconfiar de todo, incluso de familiares y amigos. Nos volvimos menos sociables, mas huraños. La vida cambió mucho incluso las escuelas cerraron.
No soy creyente en absoluto. Pienso que si realmente hubiera un Dios no permitiría que estas cosas sucedieran. ¿Sufrir para conocer el dolor? ¿Pasar hambre para conocer la pobreza? Nada tenía sentido.
Una mañana muy fría, como la gran mayoría desde entonces, salía de mi casa para visitar a la Sra. Mainlord. Además de ser la maestra de Salem tenía un don especial para tratar con las personas. Me gustaba visitarla, gracias a ella aprendí a leer, escribir. También me descubrió cosas que sin su ayuda no hubiera sido posible.
De camino a casa de la Sra. Mainlord me crucé con un coche de caballos, la cabina estaba totalmente cubierta y no pude ver quien iba en el interior. Me resultó extraño que alguien viniera a nuestra humilde aldea, no había nada de interés que pudiera atraer a nadie y menos para alguien que pudiera permitirse un coche. Aceleré el paso y me dirigí a mi destino.
La Sra. Mainlord estaba la puerta de su casa, abrigada con un chal de punto gris. Al verme sonrió levemente y me invitó a entrar. Tenía preparado un par de tazas de leche caliente y unas galletas de maíz. Me senté cerca del brasero y cogí una de las tazas.
– ¿Qué hacia en el umbral de la puerta?- le pregunté a la Sra. Mainlord.
– Oí pasar un coche de caballos y me extrañe. Tuve curiosidad y salí a verlo. No estamos acostumbrados a visitas en Salem- me respondió.
Parecía intranquila y su mirada recorría distraída la salita . No me atreví a preguntar más, pero me apostaría un penique a que algo no iba bien.
Pasaron varios días y en la aldea no se hablaba de otra cosa. Tres mujeres se habían asentado en la vieja casa del molino, nadie las había visto pero algunos vecinos aseguraban que hacían vida allí. Desde su llegada la situación en Salem empeoraba día a día, era como si se desvaneciera toda la vida y energía de los que allí vivíamos.
Al llegar la víspera del día de los muertos todos preparaban algún detalle festivo para sus casas. Era costumbre colocar calabazas y velas en las puertas y ventanas, además de preparar panes dulces.
La noche caía sobre el pueblo, todo entraba en un profundo y absoluto silencio. Un silencio que ni los búhos se atrevían a quebrantar.
Fui a mi dormitorio y me tumbé sobre la cama mirando a través de la ventana. No podía dormir, tan solo mirar al cielo buscando una estrella que me iluminara. Cuando creí que el sueño se estaba apoderando de mi, oí un susurro. Era una mujer, joven, de voz dulce y cautivadora. Estaba cantando aunque no entendía bien lo que decía. Tan solo quería salir de casa para oírla con claridad, seguirla y sentir esa paz que me transmitía. Una necesidad me invadía, crecía en mi interior, deseaba encontrar esa voz, aquella melodía que se adentro en mi cabeza y me lleno de tranquilidad, bienestar y calma.
No recuerdo como llegué a la valla de la casa del molino. Estaba descalza y en camisón, tenía los pies llenos de barro, las manos y las mejillas heladas, y el pelo húmedo y frío como un témpano. Adormecida por la cantilena luché por salir de aquel sueño, la melodía se alejaba cada vez más, y apenas podía oírla. Cuando me quise dar cuenta, tenía el pie enredado en una cuerda que colgaba de la cerca de madera vieja.
Pude ver como decenas de niños se dirigían a la casa, avanzaban con decisión, guiados por aquella canción que sin duda les llevaría a un final horrible. Intenté despertarlos, les cogía y tiraba de ellos para evitar que siguieran avanzando, pero fue imposible.
Corrí hacia el pueblo lo más rápido que pude, golpee las puertas de las casas que me iba encontrando. Pedí ayuda y grité. Los hijos de Salem estaban en peligro. Todos fueron saliendo todos de sus casas, asustados y sorprendidos, sin llegar a comprender que ocurría. No tenía mucho tiempo de explicar lo que sucedía, tan solo podía guiarles hasta la vieja casa del molino. Al llegar muchos de los niños seguían fuera, formando una inmensa fila a la entrada de la casa. Los padres cogieron a sus hijos, aun dormidos, atrapados en las redes de un pesado sueño.
Me encantaría poder decir que todos salieron ilesos, pero no fue así.
A la mañana siguiente las brujas, como fueron llamadas, estaban a la espera de ser juzgadas e ir a la horca. Eran tres, una de ellas era muy hermosa se llamaba Sarah y era quien atraía a los niños con su maravillosa voz. Otra se llamaba Mildred, no tan atractiva como Sarah pero su apariencia era de aspecto bondadoso y afable. Y por último Winifred, parecía la más fuerte de las tres. Era la de mayor de edad, de facciones rudas e intimidantes.
En aquel juicio participó la Sra. Mainlord. Sabía quienes eran y que es lo que querían.
– Llevaba años tras sus pasos- dijo la Sra. Mainlord – por ese motivo me instalé en Salem. Sabía que vendrían, quería ver el rostro de quien me arrebató lo que más quise-.
Fue ella quien nos contó su historia. Vinieron al pueblo para absorber la juventud de los niños. Su miedo a envejecer y perder la juventud física era superior a cualquier otro temor. Llevaban cientos de años drenando la vida de niños para mantenerse jóvenes y bellas. Así fueron recorriendo pueblos y aldeas sin dejar un solo niño.
Conocían el uso de alimentos contaminados por hongos. Estuvieron meses envenenando nuestros campos de centeno. Tras ingerirlo producía alucinaciones y fiebres que denominaron “fuego del infierno”.
La noche de los muertos era la noche en la que debían hacer su ritual de juventud y para ello necesitaban enloquecer al pueblo y sumirles en un mundo de desgana y despreocupación, de este modo podrían conseguir su propósito casi sin esfuerzo.
Fueron juzgadas y condenadas a morir. En el último instante antes de ser ejecutadas, Winifred dijo estas palabras:
– Podréis quitarnos la vida, podréis frenar nuestra sed de juventud pero lo que no podréis evitar jamás es hacer desaparecer nuestra existencia. No nos llevaremos más vidas jóvenes pero a cambio haremos que os retorzáis de dolor. Aquí estaremos y seguiremos, volveremos y nos alojaremos en aquellas personas más débiles, miedosas e inseguras que haya sobre la faz de la tierra. Formaremos parte de ellos y nos veréis a través de la envidia, la mentira y la codicia.
La oscuridad de Salem desapareció, aunque no completamente, aún se puede sentir. En cada lugar que visitas, en cada ciudad, da igual en que parte del mundo estés. Está presente en muchos de los ojos que miran, aquellos que puedes ver y aquellos que no. Ellas nunca se han ido y jamás se irán.
Por eso es importante que te mantengas fuerte, que seas quien amas ser y no dejes que nada ni nadie te diga lo que se espera de ti.
Eres especial, solo tienes que verlo, en ti y en los demás.
Lorraine Bayley
INGREDIENTES PARA 14 CALABAZAS DE GALLETA:
Dependerá del tamaño con el que las realicemos.
Esta masa de galletas la utilicé para hacer las Mushrooms Lebkuchen cookies, pero en esta ocasión he variado ciertos ingredientes.
PARA LA MASA:
- 3 huevos tamaño L
- 100 g de azúcar granulado
- 100 g de azúcar moscabado
- 200 g de harina de trigo
- 100 g de harina de centeno
- 125 g de almendras molidas
- 15 g (2 cucharadas) de cacao en polvo tipo Valor sin azúcar (2 Tbsp)
- 1/2 cucharada de canela molida (1/2 Tbsp)
- 1/2 cucharada de jengibre en polvo (1/2 Tbsp)
- 1/2 cucharadita de nuez moscada (1/2 Tsp)
- 40 g de calabaza fresca rallada
- pizca de sal
PARA EL GLASEADO:
- 300 g de azúcar glas
- agua (incorporaremos poco a poco, 30-35 g aprox)
- colorante en pasta Peach
PARA LOS RABITOS DE CALABAZA:
- pasta de mazapán
- cacao en polvo tipo Valor sin azúcar para pintar en seco
ELABORACIÓN:
Preparamos la masa para las galletas.
En un bol resistente al calor incorporamos los huevos junto con el azúcar, colocamos al baño maria con calor medio alto y comenzamos a batir con ayuda de unas varillas (pueden ser manuales porque no debemos montar). Una vez que el agua comience a burbujear bajaremos a fuego lento y removeremos hasta que observemos que el azúcar se ha disuelto y la mezcla se vuelve un poco espesa, nos llevará alrededor de 5 minutos.
Retiramos del calor y seguimos mezclando durante 2 minutos más, reservamos.
En un bol tamizamos la harina junto con las especias, la sal y el cacao en polvo, reservamos. En el bol de la Kitchen Aid incorporamos la mezcla de huevos junto con la mezcla de harina, la almendra molida y la ralladura de calabaza, mezclamos con la pala a velocidad 1 hasta obtener una masa homogénea. Nos llevará alrededor de 3 minutos.
Sacamos la masa y colocamos sobre un film, damos forma de cilindro y guardamos en el frigorífico durante 2 horas.
Podemos realizarla de un día para otro, la masa se compactará y obtendrá mejor textura para trabajar con ella.
Preparamos dos bandejas y forramos con papel de horno, reservamos.
Comenzamos a formar las calabazas.
Para realizarlas parte formaremos bolas del tamaño de un albaricoque más o menos, será útil que nos humedezcamos las manos para evitar que la masa se nos adhiera (es muy pegajosa). Colocamos sobre una de las bandejas.
Para realizar la forma de la calabaza nos ayudaremos de un palo similar al de los chupa-chups (o para hacer cake pops). Colocamos en un lateral y presionamos ligeramente hacia adelante y hacia atrás, de este modo iremos formando los surcos. Podemos realizar unas más marcadas que otras.
Si notáis que la masa se adhiere al palo, humedecerlo ligeramente.
Precalentamos el horno a 180ºC con calor arriba y abajo.
Antes de hornear, refrigerad las galletas durante 20 minutos. al estar más frías os mantendrá mejor la forma.
Introducimos en la zona central y hornearemos durante 25-30 minutos.
Sacamos y dejamos enfriar completamente sobre una rejilla.
Os recomiendo que las dejéis enfriar de un día para otro, por ejemplo si las horneáis por la tarde realizaremos la cobertura la mañana siguiente.
Preparamos la cobertura de azúcar.
En un bol añadimos 300 g de azúcar glas y comenzamos a incorporar agua poco a poco con ayuda de un biberón. Añadimos el colorante en pasta, la punta de un cuchillo, y mezclamos bien para homogeneizar.Debemos obtener una textura que pueda cubrir las galletas pero sin ser demasiado densa, debe caer sobre la galleta sin tener una textura basta.
Bañamos las calabazas, nos ayudamos de dos tenedores para moverlos y sacarlos. Dejamos sobre una bandeja forrada con papel.
Observaréis que a media que van reposando van formando alrededor de la galleta un exceso de cobertura, para evitar estos rebordes una vez hayan pasado unos minutos desde que los dejamos los empujaremos con mucho cuidado y con ayuda de un pala pequeña o un cuchillo hacia otro lado de la bandeja. Veréis como el exceso queda ahí y la galleta tiene un borde limpio.
Dejamos secar completamente.
Una vez estén casi secos, los podemos transferir a una bandeja forrada con papel limpio y dejar que terminen de secar en ella.
Cuando nuestras calabazas hayan secado por completo, formaremos los rabitos.
Para modelarlos he utilizado pasta de mazapán, podemos hacerla en casa (aquí os dejo la receta) o bien comprarla ya elaborada.
Cogeremos una pequeña porción y daremos la forma adecuada. Para que parezcan más naturales le daremos diferente apariencia; unos más largos, otros más anchos… Colocaremos directamente sobre la calabaza, al ser una pasta con un alto contenido en azúcar se quedará adherida sin mayor problema.
Con ayuda de un cuchillo o palillo, dibujaremos líneas simulando un relieve. Para terminar pintaremos en seco con cacao en polvo ayudándonos de un pincel (que usaremos exclusivamente para uso alimentario).
Ahora si, solo me queda desearos que paséis una ¡muy feliz noche de Halloween!
Mrs Hudson.